martes, 28 de junio de 2011

El Catoblepas

El Catoblepas

En tiempos recientes, la Literatura Michoacana ha sufrido una explosión de escritores jóvenes que ejercen su oficio a través de la novela, la poesía, el ensayo y el cuento, con la pretensión de darle al mundo otra mirada. Jóvenes, la mayoría egresados de la Escuela de Letras, que apuestan por su vocación hallada. Jóvenes que tendrán que buscar dentro de sí mismos, si quieren crear algo AUTÉNTICO, devorarse a sí mismos como ese animal fantástico coleccionado por Borges en su Manual de Zoología Fantástica: El Catoblepas. Jóvenes que tendrán que bucear en su propia experiencia para poder inventar historias. Dirán algunos que esto no es necesario, pero en el fondo así es desde que Flaubert dijera: Madame Bovary soy yo.  Darío Zalapa Solorio es muy joven, nació en 1990 en Paracho, Michoacán. En 2010 ganó el IV Concurso de Ópera Prima, Narrativa, con su primer libro de cuentos: Personas desde el fondo de la laguna. Libro divido en dos partes: De los hombres de condición austera y De las mujeres de memoria etérea. En la primera parte, se incluyen los cuentos: Caín sin Rulfo, En alguna calle sin nombre, M, y Caminante. En estos cuatro cuentos encontramos tres monólogos de narradores protagonistas y uno narrado desde una segunda persona. Curiosamente en todos los cuentos del libro los narradores protagonistas no dan sus nombres. Con una mirada fría hacia su entorno y hacia ellos mismos, estos hombres y mujeres, sólo se limitan a contarnos sus experiencias y lo que para ellos significa la ruta de sus vidas.
 En Caín sin Rulfo, el Director de la revista Muros de Guadalajara, llega a Morelia para desempeñar el cargo de jefe redactor de la imprenta universitaria. Mientras espera el taxi que le envía la universidad para recogerlo él nos cuenta sus preferencias de lectura: Sartre, Kafka, Camus, Saramago y su entrañable Rulfo que deja olvidado en la casa de su madre. Entre espera y espera, a pinceladas, nos cuenta su fracaso amoroso con Sara y el futuro que le espera en su nuevo trabajo… que promete ser brillante, pero que se puede tornar gris como este día de viaje.
En alguna calle sin nombre, un muchacho que trabaja en un negocio de renta de películas, pasa los días bebiendo y fumando porros. Extrañando a su padre y a su perro. Gastando su vida jodida en soledad, perdido en el anonimato de una ciudad sin nombre, viviendo sin compromisos en una colonia de mala muerte. Pagando la dicha de vivir en libertad.
En M, un profesor de 53 años al llegar a su casa, fea, después de una reunión sindical, se le olvida cerrar la puerta. Al escuchar ruidos en el pasillo, se arma de valor y de una cazuela para golpear al intruso. Pero se encuentra con una niña de la calle, de quince años, que llora el abandono de su padre.  El profesor la llama M, y al día siguiente la lleva de compras y a presenciar su clase. Al regreso M, echa a correr huyendo de él, alejando la alegría. Sepultándolo aún más en el desamparo.
En Caminante, un muchacho, huyendo de los problemas de la escuela y el hogar, sueña un viaje a Guadalajara. Al llegar gasta su plata visitando cantinas y bares…  al despertar la realidad lo asalta: los sueños no son como los pintan.


Para la segunda parte: De las mujeres de memoria etérea, las mujeres son las que toman la voz. Si algo se le pudiera objetar a estos tres cuentos, es que no alcanzan a mostrar la psicología de las mujeres. Las protagonistas al final, si le damos un giro a los personajes, estos también pueden ser hombres. Los personajes femeninos están mal logrados.
En Ella, él, se cuenta el viaje de una pareja a través de 50 kilómetros para llegar a una capillita y casarse. Durante el transcurso sólo hay desentendidos y desencuentros en la pareja. Pero aún así, continúan adelante, tratando de encontrar al final, la puerta que los reconcilie. 
En Sé lo que quieres escuchar, una lesbiana es rechazada por otra que no lo es.
Y en Ron Cubano,  una mujer espera a su pareja en su casa, ella sabe que él, saliendo de la oficina, se dirige al crucero a vender sus poemas a los automovilistas. Mientras se toma unos rones, ella espera que él otra vez salga de su incapacidad creativa y le escriba más poemas. Al llegar a casa, allá por la madrugada, el poeta se encontrará con una sorpresa.
Aunque lo prosa es seca, plana, y carente de gracia, tal vez provocada por la grisura de los personajes, y la pretensión del autor de crear situaciones existencialistas en sus relatos, el libro se lee rápido. Este primer libro es un buen inicio para Darío. Sólo me resta recordar a los escritores jóvenes una máxima de Baltasar Gracián: hay que ponerse a salvo de los éxitos cuando se dan bastantes. Un éxito continuado es siempre sospechoso. La fortuna se cansa de llevar a uno a cuestas. A Darío le recomiendo que de vez en cuando se fabrique uno que otro fracaso.