miércoles, 23 de noviembre de 2011

Lados B

RAMÒN LADO B

Ernesto Hernández Doblas


I

Todo escritor es un solitario y su escritura es una forma de guardar silencio. Allá en las regiones de su soledad dialoga con fantasmas y sombras, ajeno en tales momentos al momento del mundo. Una sutil misantropía guía su quehacer; no es con exactitud un odio al ser humano pero se le parece, porque para decir verdad con su verdad tiene que ser un lúcido detective de la mentira en la que suele complacerse el común de sus hermanos. Es un actor el escritor, un personaje que finge relacionarse con los demás, que finge saludarlos cuando los saluda, que finge vivir en los carnavales de lo social. En realidad todo lo observa con ojos de palabra. Va entre los seres y las cosas como quien se goza haciendo el inventario de una fábrica de imágenes. Como quien va recordando sueños de otro tiempo en el que el tiempo no era sino testigo invisible del abismo. Todo escritor es un solitario y su escritura es una forma de guardar silencio. Guardarse en el silencio. Las palabras del que escribe no son de las que intentan reducir el mundo a palabra sino al contrario, es decir, su meta última es abrir la dura cáscara del mundo y hacerla estallar en juegos de sentidos/imágenes y ritmos de tal manera que al final del trayecto, si éste fue enmarcado en la verdad literaria y en la del Hombre, entonces  el escritor y quien lo lee ven el rostro de un silencio que los bendice y los reconcilia con la vida y con la muerte.





II

Desde siempre, bajo el castillo donde habitan los que de la literatura hacen un juego de poder, respiran y trabajan con paciencia los demás, los otros, los que no quieren ese poder que tanto brillo tiene ante los ojos de los que tienen alma de súbditos, con la esperanza de algún día ocupar el trono codiciado o por lo menos de lustrarlo con sus lenguas prontas y prestas. Desde siempre, fuera del lugar donde los reflectores estrellan su artificial luz sobre las cosas, un lado subterráneo de la vida se hace su espacio propio, da a luz astros desconocidos y extraños pero infinitamente más profundos que los que sobre la superficie gozan su liviandad. Lados B, es una muestra de parte de la narrativa que se hace en nuestro país con el espíritu bien puesto en las zonas del riesgo. Escritores y sus textos conjuntados por Mauricio Bares, uno de esos prófugos de las cárceles de oro donde la literatura suele ser fingimiento y lujo sin lujo. Perteneciente a una generación o por lo menos a un grupo de piratas de la palabra que hace algunos años tomaron por asalto las mortecinas burocracias de un medio literario que más de una vez puso el grito el cielo y con el Jesús en la boca expulsó del paraíso a los rijosos. Sin embargo, más allá de lamentaciones o nihilismos chic, ellos se dieron a la tarea de construirse una isla a la medida de sus anarquías. En el caso de Bares, ahora nos presenta un nuevo producto de sus irredentos entusiasmos. Nuevo producto muestra de que la nobleza y la guerrilla si suelen llevarse bien. Lados B es un recorrido breve pero sustancioso por la república de las letras, pero no de aquellas que se acomodan a los usos y costumbres sino las que ante todo tienen como premisa el riesgo. Riesgo que en todo caso es característica esencial de lo que hace que la palabra escrita sea movimiento y revolución. Evolución. Ciclo renovado. Los escritores que aquí podemos leer no se andan por las ramas en cuanto a la claridad de sus apuestas. Ya sea en cuanto a los temas o en cuanto a las formas, van y toman lo que es suyo: la imaginación y la palabra no domesticadas. Podrán parecernos los resultados mejores unos que otros, pero el esfuerzo por darnos a conocer parte de ese Lado B de la literatura es digno de agradecerse en un país que tiende a la uniformidad del gusto y al elogio de las vacas que pastan en su sagrada paz.









III

Ramón Lara Gómez nació en Chiapas hace 39 años. En Palenque, para ser más específicos. Pero vientos del destino lo trajeron hasta este Michoacán. A Morelia, para ser más específicos. Con el veneno de inquietudes literarias ingresó al taller de La Cúpula, coordinado en ese tiempo por el maestro Javier Larios quien le dio las primeras herramientas y estímulos para que anduviera los caminos de la palabra. Desde entonces, ha publicado en algunas páginas de suplementos y revistas, así como algunos libros de narrativa. Desde que tuve la oportunidad de leerlo vi algunas de las características de su estilo y su poética. Dos de las cuales me han llamado desde siempre la atención. La primera de ellas, que he tenido oportunidad de confesarle más de una vez es el matiz poético de su decir. Más allá de algunas imágenes o metáforas con las que los narradores suelen embellecer y abrir las posibilidades de interpretación de su vocación de contar, en el caso de Ramón, me ha parecido desde siempre que un verdadero aliento poético se abre paso en sus narraciones, algunas de las cuales son poemas con todo derecho, tanto por su brevedad como por ser en sí, una imagen del mundo más que un relato del mismo. Este aspecto de su producción literaria me ha sido claro desde Palenque, la punta del campo, su primer libro publicado, en donde la nostalgia recorre las islas de este campo de palabras que es mar de silencios meditados por el autor. Su segundo libro lleva por título El mono ermitaño, una novela de breves capítulos que confirma que Ramón habla en serio cuando habla de tomar a la literatura como musa y demonio, como forma de diálogo y silencio. Desde entonces hasta la fecha ha participado en algunos concursos literarios y ha sido incluido en libros colectivos del cual esta es una de las más recientes muestras. En Lados B, se incluyen 14 narraciones breves que son 14 relámpagos que por aquí y por allá caen sobre los ojos del lector, que podrá acercarse a este universo literario y darse cuenta de su valor. 14 narraciones breves que desde mi punto de vista tienen 2 principales hilos conductores. Aunque sus historias parecen distintas, en el fondo van unidas por un tema que las recorre: el escritor y su circunstancia. Ya lo dijo alguna vez Octavio Paz, al quedar huérfano de mecenas y de un lugar digno en la sociedad, el escritor habla de la escritura en sus escritos, además de que la modernidad ha engendrado un estilo crítico y auto-crítico para los que hacen uso de las palabras. Así entonces, al igual que en alguno de los cuentos de Salvador Elizondo, el escritor escribe sobre un escritor que escribe la historia de un escritor. Juego de espejos. Multiplicación de los reflejos sobre el agua transparente de la página. Así, Ramón Lara nos dice por ejemplo en Recomendaciones “tampoco he escrito  el poema número 20, porque las musas no me tienen dado de alta en su diccionario de escritores”. El segundo tema de estas minificciones es la muerte, uno de los que abarca toda la historia de la literatura. La muerte, invitada de honor para quien ha sabido morir de vida. De manera indirecta o directa Ramón apunta sus flechas literarias a esa dama dark y da en el blanco y en el negro. Muerte que es melancolía o melancolías con sabor a muerte. Tarjetas postales de un presente que de tan oscuro parece un futuro probable, escrito por algún escritor loco y borracho, por un profeta sumido en la tristeza. Muerte que de pronto salta a la vista de un niño que ama de su abuelo ese archivo vivo que repasa la historia del mundo desde el primer día del bing-bang hasta el último silencio de unos ojos que ya no tienen nada que decir. Mancha en la pared que es en realidad el reflejo de lo que somos. Muerte de ese tranvía llamado deseo e ilusión, en las piernas podridas de Bertha que ve desmoronarse el castillo en el aire donde jamás habitará. Muerte que observa y es observada. Estos textos hablan de muerte y sin embargo son la gota que derrama el vaso de la vida, de lo vital, de lo que desde la mirada del escritor tiene derecho a ser nombrado. Ramón va deletreando cada historia, cada imagen en donde vemos el mundo o por lo menos una parte del mundo, esa parte donde la tristeza se hermana con un vaso de alcohol y un poema de ceniza. Podemos decir que un proceso de madurez sin vuelta de hoja habla a través de estas historias. Una escritura pausada, una construcción sin aspavientos. Vuelvo entonces a decir que Ramón tiene alma de poeta y en el aire compone cada una de estas historias ágiles y profundas a la vez. Alma de poeta que se ve reflejada en esa síntesis, en esa capacidad de crear imágenes y ritmos. Brevedades. El escritor de relatos cortos no puede sino ser contundente. Tejer bien cada hebra de su texto para que no nazcan hoyos negros por donde la atención del lector escape o donde la intrascendencia pase lista de presente. Tiene sus complejidades la brevedad. Complejidades que Ramón resuelve bien, que bien acomoda en cada historia, que hace, como en todo buen relato breve, que la mente del lector sea el escenario donde éste se sigue escribiendo, donde los paisajes, los diálogos y los fantasmas, resuenen en la caja de sorpresas de la siempre sorprendente imaginación humana.

lunes, 29 de agosto de 2011

Michoacán va por más...

No hubo peor poeta que Margarito Flores,
y atormentó a los niños con sus zalamerías
que él y los profesores
llamaban Poesías.

Confiaba en el futuro y en honras imponentes:
soñó con una estatua coronada de flores
entre los presidentes
y los gobernadores.

Todos los que le odiamos sufrimos la tortura
de recitar sus versos en todas ocasiones
frente a la prefectura
y a coro en los salones.

Merecía más odio, pero el piadoso olvido
cubrió su anonimato de negra existencia:
el arte pretendido
le dio su exacta ciencia.

                                                            Juan Domingo Argüelles.

Cada que termina una Administración Estatal, e inician las precampañas para la siguiente, es tradicional que los “Promotores Culturales” que observan nubes oscuras sobre sus cabezas y ven amenazados sus privilegios, se desvelen por acercarse al candidato a gobernador, del partido en el poder, para ahora sí, después de sus experimentaciones culturales y fallidas gestiones, entregarle un nuevo paquete de propuestas y buenas intenciones a favor de los artistas michoacanos. Pero como siempre ocurre, ya que están sentados dirigiendo el Destino Cultural de Michoacán, sólo se dedican a esperar las quincenas jugosas que gota a gota los alejan de pasar las penas que sufren los auténticos creadores por la falta de apoyos. Da pena ajena ver como una Señorona (aspirante a escritora) se pelea por obtener otro puesto más en su trayectoria. Un Aporrea Teclas quiere seguir con su beca vitalicia, y un Funcionario X desea conseguir un Record Guiness por mantenerse durante tantos años en los mejores puestos culturales que se ofrecen en la Secretaría de Cultura. Esperemos que los creadores despierten, que Michoacán despierte. Que todos nosotros NO VAYAMOS POR MÁS… hay que vacunarse contra las frases del mejor poeta de mi colonia: El arte no sirve para nada. La literatura no sirve para nada. El dinero sí…

martes, 28 de junio de 2011

El Catoblepas

El Catoblepas

En tiempos recientes, la Literatura Michoacana ha sufrido una explosión de escritores jóvenes que ejercen su oficio a través de la novela, la poesía, el ensayo y el cuento, con la pretensión de darle al mundo otra mirada. Jóvenes, la mayoría egresados de la Escuela de Letras, que apuestan por su vocación hallada. Jóvenes que tendrán que buscar dentro de sí mismos, si quieren crear algo AUTÉNTICO, devorarse a sí mismos como ese animal fantástico coleccionado por Borges en su Manual de Zoología Fantástica: El Catoblepas. Jóvenes que tendrán que bucear en su propia experiencia para poder inventar historias. Dirán algunos que esto no es necesario, pero en el fondo así es desde que Flaubert dijera: Madame Bovary soy yo.  Darío Zalapa Solorio es muy joven, nació en 1990 en Paracho, Michoacán. En 2010 ganó el IV Concurso de Ópera Prima, Narrativa, con su primer libro de cuentos: Personas desde el fondo de la laguna. Libro divido en dos partes: De los hombres de condición austera y De las mujeres de memoria etérea. En la primera parte, se incluyen los cuentos: Caín sin Rulfo, En alguna calle sin nombre, M, y Caminante. En estos cuatro cuentos encontramos tres monólogos de narradores protagonistas y uno narrado desde una segunda persona. Curiosamente en todos los cuentos del libro los narradores protagonistas no dan sus nombres. Con una mirada fría hacia su entorno y hacia ellos mismos, estos hombres y mujeres, sólo se limitan a contarnos sus experiencias y lo que para ellos significa la ruta de sus vidas.
 En Caín sin Rulfo, el Director de la revista Muros de Guadalajara, llega a Morelia para desempeñar el cargo de jefe redactor de la imprenta universitaria. Mientras espera el taxi que le envía la universidad para recogerlo él nos cuenta sus preferencias de lectura: Sartre, Kafka, Camus, Saramago y su entrañable Rulfo que deja olvidado en la casa de su madre. Entre espera y espera, a pinceladas, nos cuenta su fracaso amoroso con Sara y el futuro que le espera en su nuevo trabajo… que promete ser brillante, pero que se puede tornar gris como este día de viaje.
En alguna calle sin nombre, un muchacho que trabaja en un negocio de renta de películas, pasa los días bebiendo y fumando porros. Extrañando a su padre y a su perro. Gastando su vida jodida en soledad, perdido en el anonimato de una ciudad sin nombre, viviendo sin compromisos en una colonia de mala muerte. Pagando la dicha de vivir en libertad.
En M, un profesor de 53 años al llegar a su casa, fea, después de una reunión sindical, se le olvida cerrar la puerta. Al escuchar ruidos en el pasillo, se arma de valor y de una cazuela para golpear al intruso. Pero se encuentra con una niña de la calle, de quince años, que llora el abandono de su padre.  El profesor la llama M, y al día siguiente la lleva de compras y a presenciar su clase. Al regreso M, echa a correr huyendo de él, alejando la alegría. Sepultándolo aún más en el desamparo.
En Caminante, un muchacho, huyendo de los problemas de la escuela y el hogar, sueña un viaje a Guadalajara. Al llegar gasta su plata visitando cantinas y bares…  al despertar la realidad lo asalta: los sueños no son como los pintan.


Para la segunda parte: De las mujeres de memoria etérea, las mujeres son las que toman la voz. Si algo se le pudiera objetar a estos tres cuentos, es que no alcanzan a mostrar la psicología de las mujeres. Las protagonistas al final, si le damos un giro a los personajes, estos también pueden ser hombres. Los personajes femeninos están mal logrados.
En Ella, él, se cuenta el viaje de una pareja a través de 50 kilómetros para llegar a una capillita y casarse. Durante el transcurso sólo hay desentendidos y desencuentros en la pareja. Pero aún así, continúan adelante, tratando de encontrar al final, la puerta que los reconcilie. 
En Sé lo que quieres escuchar, una lesbiana es rechazada por otra que no lo es.
Y en Ron Cubano,  una mujer espera a su pareja en su casa, ella sabe que él, saliendo de la oficina, se dirige al crucero a vender sus poemas a los automovilistas. Mientras se toma unos rones, ella espera que él otra vez salga de su incapacidad creativa y le escriba más poemas. Al llegar a casa, allá por la madrugada, el poeta se encontrará con una sorpresa.
Aunque lo prosa es seca, plana, y carente de gracia, tal vez provocada por la grisura de los personajes, y la pretensión del autor de crear situaciones existencialistas en sus relatos, el libro se lee rápido. Este primer libro es un buen inicio para Darío. Sólo me resta recordar a los escritores jóvenes una máxima de Baltasar Gracián: hay que ponerse a salvo de los éxitos cuando se dan bastantes. Un éxito continuado es siempre sospechoso. La fortuna se cansa de llevar a uno a cuestas. A Darío le recomiendo que de vez en cuando se fabrique uno que otro fracaso.
    

lunes, 30 de mayo de 2011

El Paraíso Perdido

El paraíso perdido

Una vez fuimos a la parte del Cerro de la Cantera a buscar hongos, íbamos mi hermana, mis primas y yo, andábamos perdidos pero pasamos por un bosque que hay allá y nos cansamos y vimos como una casita pequeña y nos metimos a descansar, pero nos habíamos equivocado, porque ahí había duendes que mataban, entonces los vio mi prima, nos lo enseñó. Cuando nos levantamos porque estábamos sentados y les dije corran, entonces corrían, pero mi prima casi se cayó en el pozo grandote y yo la alcancé a agarrar pero yo sentía miedo. Les dije que no tuvieran miedo que siguiéramos corriendo pero cuando nos apareció un señor ahorcado y empezamos a llorar bien mucho y corríamos más, mi prima encontró el camino y seguimos corriendo a casa, llegamos pero llorando.

María Trinidad Manzo Diego, 12 años
Santiago Tangamangapio

Cada cierto tiempo, para no llenarme de apuntes y abortos de poemas, cuentos y novelas que no tuvieron buen destino en este mundo, y que pueden ser usados en mi contra por horrendos, si algún día mi familia los publicara (aunque hay escritores que en vida comenten esas atrocidades, contra ellos mismos, deslumbrados por la fama efímera, las publicaciones y los premios), acostumbro hacer una limpia a los documentos de mi computadora. Me estaba portando feroz contra mí (con los demás no tengo el corazón, aunque seguido también hago limpia de mi librero, porque hasta los malos libros, como la mala hierba, contaminan, y ahogan a los buenos libros), en esas estaba, revisando archivos y eliminándolos, cuando me encontré con un documento de breves relatos de los niños y las niñas P'urhepecha de la región Meseta y Cañada. Leyendas, fábulas, historias familiares nos contaron los niños de los Albergues Escolares Indígenas de Santiago Tangamangapio; J. Jesús Díaz Tziriro de Pamatácuaro y San Isidro, Mpio., Los Reyes; también anduvimos por Patamban, Mpio., Tangancícuaro y Santo Tomás, Mpio., Chilchota, Michoacán. En esos albergues, l@s niñ@s, de lunes a viernes, se hospedan, alimentan, estudian, asean, realizan algunas actividades extraescolares  y conviven como hermanos durante el ciclo escolar de educación primaria. Los sábados y domingos regresan a sus hogares en diversas localidades circunvecinas a los Albergues, para ayudar a sus padres. Exactamente no recuerdo cuando fuimos, pero sé que fue hace mucho tiempo, apoyados por Álas y Raíces a los Niños e invitados por el CDI de Michoacán y coordinado por Argimiro Cortés Esteban. Con alegría nos recibían a mí y a Juan Guerrero en sus escuelas, en los albergues escolares indígenas y donde se pudiera trabajar con ellos. En las sesiones de pintura, animados por Juanito, dibujaban el paisaje del lugar que habitan: sus cerros llenos de árboles, ríos de aguas azules, transparentes, y los animalitos de la zona y de las granjas. Sus dibujos desbordaban de color y alegría. Otros niños pintaban al mar aunque no lo conocieran, pero sus sueños y la imaginación los transportaban a lugares desconocidos y que al inventarlos a través de los dibujos y de sus cuentos ya eran suyos y habitables. En estos días a través de sus palabras, que respetamos con puntos y comas, en sus formas de expresión de cada niño, he viajado de nuevo a sus pueblos, he viajado en el tiempo, al pasado, cuando en esa zona se respiraba la paz en Michoacán. Cuando sus caritas eran felices. A esos niños, ahora adolescentes, hay que regresarles el paraíso perdido.

lunes, 4 de abril de 2011

Céfero

Qué orilla a un escritor a renunciar a escribir. Qué lo obliga a decir “no”. El asunto es muy complejo, a Juan Rulfo, después de que publicó Pedro Páramo y El Llano en llamas, los periodistas, entrevistadores y cientos de curiosos, a la primera oportunidad, le preguntaban por qué había dejado de escribir… y él sabiamente les contestaba: Yo no he dejado de escribir, he dejado de publicar. Y Juan Rulfo jamás dejó de escribir, sólo que todo lo que salía de su pluma era un reciclaje de Pedro Paramo, y siendo así, lo escrito no valía la pena. En Michoacán tenemos a nuestro propio Rulfo en el escritor de Tingüindín Xavier Vargas Pardo. Quién publicó Céfero en mayo de 1961 en la colección de Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica. A un buen y excelente escritor como Vargas Pardo esto le hubiera bastado para ser catapultado a la fama y al prestigio con este único libro de cuentos. Para el escritor que publicaba en esta colección en los años 50 y 60 significaba grandes tiradas, difusión mundial, recibía la atención de la crítica y las traducciones a varios idiomas (el Llano en llamas se tradujo a 24 idiomas poco después de su publicación). Con Vargas Pardo no ocurrió así. Entonces qué pasó con él. Es un misterio. Sobre su vida no hay escrito nada, en internet sólo circula una reseña de su obra comparada con la de José Rubén Romero. En voz de Arturo Molina me enteré que después de publicar Céfero, Xavier Vargas Pardo no volvió al Fondo de Cultura Económica ni por el cheque de sus derechos de autor. Y que lo único que hizo después fue pintar y exponer y vender sus cuadros en New York. Y une entiende eso, porque si uno le entrega el cuerpo y el alma a la literatura se muere de hambre. Después de su muerte ocurrida en Guadalajara, México, en 1985, su familia, a diferencia de otros escritores michoacanos que los promueven, a través de fundaciones y asociaciones fantasma, hasta el hartazgo, con homenajes cada 15 días, y sacándole lustre a una obra que nació envejecida desde el momento de su escritura, no ha hecho nada por gestionar homenajes y publicaciones merecidas para Vargas Pardo. Los lectores nos hemos quedado con las ganas de leer algo así como: Los cuadernos de Vargas Pardo o Pardo y Rulfo o de perdida sacar un batazo como: Cartas a mi Mujer, para que nosotros nos deleitáramos cuando menos con relatos frágiles e intimistas en caso de que existieran. Porque en sus cuentos, Vargas Pardo es muy duro. Su personaje Céfero, es el narrador protagonista de todos los cuentos. Es un campesino que utiliza un lenguaje regionalista, calculador, grosero y picante. Pero qué escritor no es regionalista: todos los escritores del mundo somos regionalistas por que hablamos de nuestras regiones (Joyce y su Dublín). Céfero lo mismo se pasea viviendo sus aventuras en el campo y en los pueblos grandes, desempeñando variados oficios para sobrevivir. Los relatos de Céfero están llenos de una agilidad y una violencia pasmosa, y perdón por lo que voy a decir, pero creo que esto no le quitará el sueño a nadie, están llenos de una violencia, ironía y frialdad a lo Rulfo. Con esto no quiero decir que Vargas Pardo copiara vilmente al escritor de Sayula, con esto quiero decir que Vargas Pardo, al igual que otros escritores contemporáneos a Rulfo se vieron influenciados por él. “Dios mediante”, último cuento de Céfero, tiene similitudes con “Díles que no me maten” y “La Cuesta de las Comadres”, de Rulfo. Aquí cabe señalar que no es malo tener influencias, sino tener malas influencias. Quizás he aquí el asunto de que la obra de Vargas Pardo después de su publicación no haya generado críticas favorables ni desfavorables en tierra de indios. En la contraportada de la segunda edición de Céfero se lee que Juan Rulfo dijo sobre Vargas Pardo: Este se las sabe de todas todas… ¿Sería elogio o ironía?
Cansado de la ceguera y el canibalismo, por no decir estupidez, de los funcionarios, que caen seguido por el Departamento de Literatura de la Secum, iniciando el 2008 estuve a punto de renunciar, pero una llamada me hizo frenar mi renuncia. Del otro lado de la línea estaba el poeta Marco Antonio Regalado dándome la noticia de que él sería el nuevo Jefe del Departamento de Literatura y quería platicar conmigo. El siguiente sábado, en mi casa, toda la tarde estuvimos proyectando qué era lo más viable para darle respiración artificial a este departamento agonizante. Acordamos pa’ pronto invitar a todos los poetas y narradores a participar en la antología Olvidados y Excéntricos y crear los Premios Michoacán de Literatura, y conjuntarlos con el Rubén Romero, el de Humor Negro y los de Ópera Prima, durante toda la tarde ideamos revivir el premio de poesía, y otros más, y ponerles nombre… cuando llegamos al de cuento, corrí a mi librero, saqué el libro de Céfero y le comenté bauticémoslo: Premio de Cuento Xavier Vargas Pardo, este escritor es buenísimo. Y así quedó y también los otros, como el Carlos Eduardo Turón y el María Zambrano. (Espero ganarme uno de estos cuando me jubile, para entonces, creo, el premio rondará por los 100 mil dólares suficientes para mis gastos médicos y unos buenos funerales).
 El 30 de mayo del 2011, uno de los libros por los cuales deben estar orgullosos los michoacanos, Céfero, cumple 50 años de haber sido publicado, y el libro sigue como el primer día, joven, fresco, con una prosa brillante que apura su lectura a latigazos. Este libro maravilloso se puede resumir en esta sentencia lanzada por uno de mis personajes de mi novela La puerta de enfrente, Manzi Gregory, cuando observa un cuadro de Van Gogh, “Para el arte no existe el tiempo”.  A mí cuando me preguntan por qué no publico dos veces al año, les contesto: Prefiero no hacerlo…       

viernes, 1 de abril de 2011

El despojo soy yo

Uno no elige sus influencias. Cada vez que el escritor imita un estilo que no le pertenece muere un poco, se debilita. Finalmente el estilo se va formando a través de los ejercicios personales, el sufrimiento propio o los descubrimientos que se hacen a lo largo de la vida. El propósito de este libro fue reunir a través de una selección a un conjunto de escritores que hubieran sido contaminados por el virus de Charles Bukowski: no que se apropiaran de su estilo o escribieran de nuevo los relatos que el viejo ya había escrito con sabia perversidad, sino que compartieran en algo sus obsesiones o su mirada cínica. “Me oculté en los bares porque no quise ocultarme en las fabricas”, escribió Bukowski para quien no existían razones para amar la vida si uno se encuentra sometido al tormento de trabajar ocho horas diarias: un cínico que no se consideraba parte de ninguna patria , ni tampoco de vanguardias literarias o de religiones salvadoras. Siempre a contracorriente de ortodoxias, cosmovisiones, idealismos o hermandades utópicas, la obra de Bukowski corroe la moral que intenta limitar el espíritu lúdico que los hombres necesitan para encarar la angustia cotidiana. Un hedonismo de moribundos recorre los relatos que se presentan en este libro: humor de quienes se asumen condenados a muerte, pero que desean también que la escritura sea parte de su propia vida. Ya Schlegel había descrito las pautas de una arte romántico afirmando que si el artista no crea obras capaces de poseer la personalidad de un amante mas habría valido que no se escribieran nunca. Los escritores reunidos en este libro son distintos entre sí en cuanto cada uno apuesta por un estilo personal, una manera de relatar que si bien está inspirada en Bukowski busca su propio camino o, si se quiere, su propia orfandad. A fin de cuentas uno busca la compañía de sus escritores preferidos para no sentirse tan solo en esta subasta de mercado en que se ha convertido la literatura contemporánea: y, por supuesto, ninguna compañía más incorrecta o dañina que la de Charles Bukowski.
Guillermo Fadanelli

lunes, 28 de marzo de 2011

Imaginarios e intertextos en la novela La puerta de enfrente


Hola ramon¡
Me ha gustado bastante tu novela, de ella puedo encontrar muchos elementos dignos de ser analizables, en los últimos 12 meses lo único que he venido identificando en las obras son los intertextos, ya que a mí  en lo personal me apasionan, a continuación te hago una lista de lo destacable (que por supuesto no quiere decir que sea lo único):
Imaginarios e intertextos en la novela La puerta de enfrente de Ramón Lara.

En la novela encontramos una serie de elementos que indiscutiblemente nos remiten a identificarles como intertextos, en el siguiente escrito, hacemos mención de algunos de ellos que logramos reunir después de realizar a La puerta de enfrente, algo más que una lectura superficial.

En el capítulo I, Perdido en su sueño, identificamos muestras de la hibridación cultural que son producto del imaginario colectivo de las sociedades que integran la interculturalidad mexicana con relación al culto a la muerte de la que encontramos elementos discursivos que remite tanto a la religión católica o  a las creencias judeo-cristianas.

En el mismo tenor, nos percatamos de una convergencia de discursos religiosos que se asocian sin dirigirse a una problemática distinta, es decir, proyectan la idea de la muerte desde distintas aristas en aras de mostrar las semejanzas con respecto a la conservación de cadáveres que en distintas culturas forman parte del homenaje  a los difuntos.


Intertextos literarios:

En el fragmento de la novela en que la pluma del narrador presenta como notas tomadas Del cuaderno de Gregory, destaca la que lleva por título El equilibrista, en la que en el acto de hacer mención de la frase “tu costilla” remite al mito judeo cristiano de la creación, específicamente del Génesis bíblico en donde también, resalta la ingesta de Adán al fruto prohibido, a través de la voz que es considerada por muchos como proveniente de Dios mismo, ya que coincide con el reclamo expuesto cuando Adán es inducido por Eva a comer del fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.

En el capítulo VII Dialogo y concertación,    hemos identificado una mezcla de elementos intertextuales que remiten a diferentes obras clásicas. Sin embargo, la más concreta es la descontrucción que se realiza del texto bíblico acerca de José, el soñador, el joven del Antiguo Testamento que contaba a sus hermanos sus sueños de grandeza sobre ellos y sus padres. En ambos textos la respuesta es la misma: la burla. En el texto sagrado, los hermanos mayores de José, se mofan de los discursos de de él. En La puerta de enfrente, el personaje Manzi recibe las burlas de su madre.    

En el capítulo II La vida en común, encontramos una estrecha relación entre el personaje Doña Clara, por su transitar en el interior de su casa, que indiscutiblemente remita a Úrsula Iguarán, el memorable personaje de Gabriel García Márquez en Cien años de Soledad, ya que ambas no se rinden por el deterioro tanto emocional, como físico sin olvidar las similitudes en lo inhóspito de los escenarios que las rodean. 
Al leer el capitulo que se titula El bar EL Renacimiento, el narrador a través de su pluma tomó como modelo, otro texto de García Márquez: El amor en los tiempos del cólera, donde realiza una desconstrucción de un prostíbulo en que las mujeres se pasean desnudas a los ojos de Florentino Ariza, ahora vemos como Manzi, personaje principal de La puerta de enfrente en un lugar y posición similar, es decir, aquí las exposiciones de los cuerpos van más allá del lugar que remite a la comercialización del cuerpo, es notorio que este escenario aparece en un espacio abierto que remite a mayor libertad sexual en el escenario de esta obra.

Al leer la descripción que se hace de la facultad de letras en el capítulo del mismo nombre, encontramos una similitud en los mensajes escritos en los muros de los salones que remiten al cuento Grafitti, de Rosa Beltrán, en la que la autora emite una serie de discursos relacionados al aborto que son contestados por mujeres en los baños de una escuela similar. En La puerta de enfrente, encontramos la historia de Reyna contada por sus supuestos amantes y a la negación de esta a dichos actos sexuales.

Otro de los imaginarios que encontramos en la novela que hemos venido analizando son los títulos y fragmentos de la estructura capitular, la cual nos remite a canciones populares del repertorio contemporáneo, veamos lo ejemplos destacados:
En el capítulo II, titulado ¿Dónde estás corazón? Nos remite a la canción del mismo nombre, que interpreta la cantante colombiana Shakira, en la que busca datos que le aporten información con respecto al amor.   En La puerta de enfrente, ocurre algo similar. Sin embargo, como se trata de un texto desconstruído, evidentemente se proyecta una transformación del original, en la que a través de un sueño el personaje Manzi, evoca a Bertha quien aparece como una materialización  de ese amor hacia el sexo opuesto en el que en el texto original solo añoraba.

En el capitulo V, el tiempo pasa, más que un recuerdo hacia el abuelo muerto, el personaje Manzi, inicia con un reproche en el que reclama el acto de haberse vuelto lector de tiras cómicas  extranjeras y más adelante, nos remite a la canción infantil de Cri-crí, titulada El ropero, en el que se trata de una versión intertextual descontruída, donde el ropero de un abuelo muerto con recuerdos similares pero adaptados a su masculinidad del personaje y con la ausencia del mismo. Es decir, el poder que encontramos en la canción que es otorgada por el nieto,  a través de la orden de tomar la llave, ahora este mismo (el nieto) se lo auto-asigna.

En el fragmento del cuaderno de Gregory, que lleva por nombre Voy a apagar la luz, indiscutiblemente remitirá a todo lector, a la canción del compositor yucateco Armando Manzanero, en el que bajo el mismo título interpreta un discurso similar al del personaje Manzi, en la novela vemos como este acto de oscurecer la habitación, es una intención no concretada del suicidio y en la melodía será pues para evitar distracciones que disuadan al enamorado de pensar en su amada.

Finalmente, otra breve nota de igual forma que la anterior, nos remite a la canción de Agustín Lara, específicamente a la que ambas comparten titulo, solamente una vez, en el que tanto el compositor, como el narrador a través de su pluma hace referencia al acto de solo haber estado profundamente enamorados en una sola ocasión.

En resumen, vemos como en La puerta de enfrente, más que encontrar una temática de la muerte como una constante vemos otros elementos que son igual de importantes como lo pueden ser los fragmentos de historias bíblicas que sirvieron de referencia a la pluma del narrador, o ese imaginario colectivo que proyecta las canciones populares tanto de interpretes contemporáneos como ya los considerados clásicos para el repertorio mexicano. De tal suerte que La puerta de enfrente, es un texto que invita al lector a encontrarse consigo mismo de la manera en la que el personaje Manzi se encuentra con las letras, es decir desnudo físicamente y profesando la literatura como una religión.    

Yair Isaí Herrejón Castro

jueves, 24 de marzo de 2011

La rubia de los orgasmos de 100 dólares

La puerta de enfrente, de Ramón Lara (Unicach. Colección Boca del Cielo, 2010)
Por Francisco Valenzuela
Manzy Gregory está enamorado de una bailarina rubia y exótica, de esas de las que todos nos hemos enamorado la primera vez que vamos a un oscuro y enigmático teibol. Vive con su madre pero extraña mucho al abuelo, al que le escribe cartas sin la esperanza de recibir contestación. Se queja de su madre, dice que está loca, que es como un fantasma que vaga por la vieja casona y que se pelea con el sol por calentar tanto, “de puto no lo bajaba, abuelo”, le confiesa a lo que se supone es el alma del anciano.
Manzy, adolescente mental hasta el hartazgo, sueña con que su rubia, de nombre Bertha, deje el oficio y se vaya con él para formar una bonita familia, pero mientras eso pasa, se resigna para que tan sólo sea un personaje de ficción ante los ojos de Clara, su madre, la que se pelea con el sol, la que le busca un empleo en las hojas del periódico, la que ya piensa que su hijo es un inepto que sólo sabe escribir cuentitos.
Difícil que el protagonista acceda a la rubia puta si hasta en los cuentos la dibuja como un ser inalcanzable, “…al verla completa, majestuosa, imponente, no me atrevo”. Y eso que apenas es una ramera más de Palenque, en cuyas calles convive con payasos, tragafuegos, los de la bolita, la banda y los fayuqueros; las mismas calles que merodean a El Renacimiento, un prostíbulo “con tradición”.
Manzy no se atreve a más, pero ni por equivocación le pasa descartar a esa primera mujer por la que se ha liado a golpes, esa que desde los 14 ya era una lindura, pleito de los perros que la perseguían, “devastadora de ilusiones y enterradora de hombres”.
Esta ágil novela de Ramón Lara, editada por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, cuenta una historia sencilla y con toques campiranos que dejan al lector la decisión de tocar el hombro del protagonista como símbolo inequívoco de consuelo, o bien, de buscar a la rubia oxigenada en el teibol de El Renacimiento y provocarle un orgasmo (fingido o no) a costa de 100 dólares.
A fin de cuentas, en los tiempos que corren a nadie le incomoda que ciertas mujeres de buenas caderas aseguren que “los hombres no son capaces de dar amor; sólo dinero… y si lo tienen”.
Si quieres leer más de Ramón Lara, síguelo en su blog

sábado, 12 de marzo de 2011

El síndrome de Ocaranza


Cuántos poetas se necesitan para cantarle a la Poesía.
Cuántos libros de poemas nos han revelado un mundo.
Cuántos versos se han quedado tatuados en tu corazón.

En 1979, a través de convocatoria, la Editorial Siglo XXI, detectó 549 poetas distribuidos por todo el territorio mexicano, que aspiraban a quedar incluidos en la antología asamblea de poetas jóvenes de méxico, la cual coordinó y prologó Gabriel Zaid, la primera edición es de 1980 y reunió la cantidad no despreciable de 164 poetas. De todos los antologados, 10 han alcanzado cierta notoriedad y sólo uno de ellos alcanza registros grandes en su poesía: Héctor Carreto. Los otros, se ahogan con sus propias palabras. Para 1996, Juan Domingo Argüelles entrevista a Efraín Bartolomé y le hace dos preguntas fundamentales:

Efraín ¿Cómo distingues lo que es poesía de lo que no lo es?

A. E. Housman habla de una prueba fisiológica. Estás ante un verdadero poeta cuando alguno de sus versos es capaz de erizarte los pelos de la barba, cuando alguno de sus versos es capaz de producir una corriente escalofriante, una sensación de irrealidad que aprieta tu garganta y humedece tus ojos.

¿Cuál es tu opinión de la poesía mexicana actual?

Excelente: creo que hay más de tres poetas buenos aunque menos de nueve. Aunque no tengamos ningún bardo.

Éste es, después de todo,
el destino que hemos eludido
y que nos ata
sin remedio
a la tierra que pisamos.

Estos versos son de Ramón Guzmán Ramos. Él nació en 1949 en Zacapu, Michoacán, pero desde 1978 radica en Uruapan. Desde allí ha encontrado nuevas formas de hacer poesía, y la mejor es, más que escribirla, contagiarla. Y Ramón, desde su taller Ambrosía, contagia, enferma de poesía a sus alumnos, convidándoles de ese alimento que a ellos, y a los dioses griegos, les produce alucinaciones y visiones proféticas. Lenin, Armando Salgado y Saúl son los más aplicados y entusiastas del grupo, aunque todos trabajan por igual. En bibliotecas, plazas, en cada rincón de la ciudad, provocan encuentros poéticos y motivación a la lectura, para que el milagro suceda: La poesía. Durante años, sin desfallecer, han buscado que los habitantes de Uruapan se contagien y eso se agradece. Durante la semana, me leí la autobiografía de Ramón Martínez Ocaranza y él decía que no hay ningún Ramón pendejo. Cuando le preguntaban cuántos poetas había en Michoacán, decía: Hay tres, Ramón Martínez y Ocaranza. Yo también he contado tres. Y mi tocayo, es uno de ellos.     

lunes, 7 de marzo de 2011

La alegría enferma



Tengo años de conocer a Larios, sé que es un buen poeta que nos ha regalado un buen puñado de versos en cada uno de sus libros, pero creo, en especial, en su poemario La alegría enferma, logra acercarse con grandeza a los abismos y traernos, para satisfacción nuestra, un ramo de 25 poemas que no han perdido su frescura y la belleza de haber encontrado las palabras justas para iluminar el lado sombrío de nuestra alma. Cada uno de ellos tienen sangre, carne, huesos. La voz del poeta da un salto en el tiempo y logra contagiarnos sus momentos de soledad y de ternura. A cada poema no le sobra ni le falta nada. Cada uno fue trabajado en los hornos de la paciencia, moldeados desde la experiencia y la sabiduría. A cada uno lo recorre una insatisfacción salvaje por la vida que le ha tocado en suerte, un deseo de explorar en los abismos y robarle algo de la belleza a las palabras:
Recapitulación  
Yo que siempre aspiré a ser
el amante perfecto de la soledad
el único hijo de la desesperanza
el esteta del arte de desaparecer
el pescador en el río de la podredumbre
Después de agotar inútilmente
el catálogo de las profesiones equívocas
estoy otra vez en este afanado desempleo
cultivando los mismos fructíferos fracasos.

La inevitable costumbre de Escribir
Este es mi trabajo
arduo y cotidiano
lindo y amargo
simultáneamente:
Encontrar la belleza   del infierno.

Yo también creo, como mi maestro, que para eso se escribe: para Encontrar la belleza   del infierno.

miércoles, 16 de febrero de 2011

La puerta de enfrente



Ramón Lara Gómez, como novelista, no se conforma con relatar una historia, la del amor de Manzi Gregory y Bertha; sino que además construye todo un universo poblado por palabras, con la pretensión de renovar forzándolo a aparecer de otra manera, el mundo, en un espacio que está aquí y allá, que bien puede ser cualquier lugar geográfico, Chiapas o Michoacán, donde se vive lo cotidiano, aquí y donde también se vive lo literario, allá; para lo cual se sirve de las virtudes transformacionales del lenguaje, para precisar las imágenes del imaginario. De tal suerte que La puerta de enfrente viene a ser una imagen. En esta novela podemos encontrar varias de las Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino: entre las que la ligereza, la rapidez, la exactitud, la visibilidad y la multiplicidad son atributos y valores que parece ser fueron utilizados en su elaboración, admirable tanto por el interés estilístico y estructural como por la economía, el ritmo y la lógica con que es contada. Sin duda, es un texto de gran calidad literaria.

Luis Ortíz Arias