miércoles, 21 de mayo de 2014

Aquellos tiempos

Amigo imaginario

Conocí a Ramón López Gómez gracias al escritor Hugo Montaño en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Entre sus obras destacan La puerta de enfrente, Palenque, la punta del campo, así como el libro colectivo El despojo soy yo editado por Anagrama, y Amigo imaginario relato del cual deseo platicar.

Amigo imaginario es la historia de un pequeño que en su afán de ser hermano menor, quizá, se inventa a un amigo imaginario, un poco mayor, y le narra las peripecias de sus días. Es a él a quien le cuenta sus enojos, alegrías, tristezas, corajes y deseos. Nada escapa a los oídos del amigo que cobra vida en la imaginación del pequeño, pues allí, en las historias habitadas por seres imaginarios, existe la posibilidad de volvernos dioses y demonios. Este bello relato infantil plantea la urgencia de que el lector recuerde su infancia y se re-encuentre con sus travesuras, sus risas, sus enojos, sus juegos favoritos, sus historias creadas al amparo de la soledad, sus berrinches; en otras palabras, que se concilie con el mundo mágico de la niñez.

Narrada en primera persona, el personaje que bien podría llamarse Pedro, Óscar, Ornán, José, o el nombre que deseen asignarle, y que es hermano mayor de Miguelito, va recordando pasajes hasta cierto punto ingenuos y tiernos como lo es el hecho de querer defenderse de un fantasma con pistolas de aguas y resorteras. ¿Es que acaso ninguno de nosotros quiso pelear contra algún monstruo imaginario con lo que, en aquellos tiempo, uno consideraba el arma más poderoso del mundo?

López Gómez tiene la habilidad para hacernos revivir a través de Amigo imaginario la pesada responsabilidad de proteger al hermano menor, los pleitos entre hermanos, las preferencias de los padres hacia los hijos más chicos, además de la malicia que emplean éstos contra los hermanos mayores al amparo de los padres. Además de estas situaciones, López Gómez nos recuerda el pavor que más de uno tuvo (o quizá aún tiene) a las inyecciones, o al médico. O los famosos berrinches que nuestros hermanos hacían para conseguir el juguete o dulce preferido, o recordarnos frente al televisor con ojos de plato mientras se trasmitía la lucha libre.

La narración de Ramón López Velarde es sin duda una invitación a salvar lo más bello que un hombre puede poseer y que es la imaginación. Fuera de ello todo es propio de gente común. Si usted aún conserva al amigo imaginario, y la gente lo ha visto hablando solo mientras camina por las calles, este libro le sentará muy bien.



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